«El que penetre aquí, tendrá que combatir sin tregua contra el error,
el egoísmo y el vicio. Contra el mal en todas sus formas.Contra todo lo que oscurece la inteligencia,
pervierte el sentimiento o esclaviza la voluntad.Tendrá que luchar consigo mismo, dominar las pasiones,
desechar todo móvil interesado,
y dedicarse para siempre a la práctica del bien.»[1]
Esta Pl∴ surge de una pregunta: ¿Por qué el Mas∴ combate las pasiones mientras que el profano las celebra?. En nuestro Rit∴ de Inic∴ se refiere al candidato como el «hombre dominado por sus pasiones y sumergido en la ignorancia y la superstición». Sin embargo en nuestra cultura popular se celebran las pasiones como algo que destaca como si fuera una virtud, pero desde el punto de vista iniciático, e inclusive del semántico, ¿esto ha sido siempre así?.
El primer acto de toda verdadera indagación debe ser la purificación del lenguaje, pues la palabra, en su deriva, se convierte en la trampa más sutil de la consciencia. En ninguna parte es esto más evidente que en la disolución del término «pasión», un vocablo que la Modernidad ha vaciado de su significado profundo, consagrándolo a la superficialidad.
Para entender la condena filosófica y tradicional de la pasión, debemos regresar a su matriz primordial[i]. La pasión no nació en la esfera de la acción, sino en el abismo de la pasividad. El castellano la recibe del latín passio, cuyo núcleo es el sufrimiento. Esta raíz, a su vez, emana del verbo «patior» —padecer— y encuentra su eco más antiguo en el griego «pathos»[2], que abarca el dolor, la aflicción o la condición de estar afectado.
El pathos es, por definición, lo que se recibe, no lo que se ejerce. Es la experiencia del sujeto como paciente, no como agente. En la jerarquía de la existencia, esta distinción es fundacional:
- La Actividad «Actio»: Es el ámbito del espíritu, la forma, la razón y la voluntad. Es el principio que dirige y se autodetermina.
- La Pasividad «Passio»: Es el ámbito de la materia, el cuerpo, los apetitos. Es el estado de ser determinado, de ser movido por fuerzas internas o externas.
Esta polaridad es el esqueleto de la moral occidental. La figura suprema del padecimiento, la Pasión de Cristo, cimentó esta comprensión por milenios: la pasión era la aceptación del martirio y el sufrimiento. Estar «apasionado» significaba, ontológicamente, estar subyugado. La gran lección de la etimología es que, al celebrar nuestras pasiones, la cultura profana celebra inconscientemente su propia servidumbre.
EL COMBATE MASÓNICO
Si la pasión es pasividad, entonces las doctrinas iniciáticas la identifican como la amenaza directa a la única meta digna: la soberanía del yo. Para el adepto, el camino hacia la maestría no es la indulgencia, sino el dominio estratégico sobre el reino interior.
En la enseñanza esotérica de la Orden, el estado de la consciencia no gobernada se designa a menudo como el Mar de las Pasiones. Este simbolismo oceánico encarna la pasividad fundamental de un alma sin ancla ni brújula, a merced de las mareas y las tempestades de los apetitos y los eventos externos. El hombre profano lejos de ser un capitán, actúa como un simple náufrago arrastrado por la fluctuación perpetua del pathos. El significado profundo reside en la necesidad de transformar esa superficie líquida e inestable –el reino de lo que se padece– en un puerto inmóvil. La labor iniciática exige al adepto no solo reconocer la Piedra Bruta que es, sino aprender a navegar la nave de su propio ser utilizando el cuadrante de la Razón y el timón de la Voluntad, asegurando así la estabilidad y la dirección frente al caos determinante de las emociones desordenadas. Desde los Estoicos hasta las artes operativas, establece que aquel que no se gobierna, será gobernado por algo más.
EL IDEAL DE LA INEXPUGNABILIDAD
Los sabios de la antigüedad ya lo habían formulado: la felicidad y la virtud residen en la apatheia[3]. No debemos confundirlo con un estado de frialdad emocional[4], sino un estado de inexpugnabilidad. Las pasiones[5] son movimientos irracionales que tuercen el juicio y desobedecen a la Razón. Son el impulso excesivo que, como un corredor arrastrado por su propia inercia, se desborda y pierde los límites fijados por la mente.
La lucha es una batalla por la autonomía. El hombre virtuoso busca que sus acciones[6] provengan de una voluntad recta y deliberada, no de una compulsión sensible[7]. El control no es represión, sino conversación y reorientación. Es la estrategia de disciplinar las energías psíquicas para emplearlas en la construcción de una vida ejemplar. Solo así se escapa de ser «golpeado por todo lo que ocurre fuera».
PULIENDO LA PIEDRA BRUTA
El Mas∴ se enfrenta a la Pied∴ Br∴, que no es otra cosa que el ser humano en su estado primordial, lleno de asperezas, vicios y, crucialmente, dominado por sus impulsos desordenados. Combatir las pasiones es, por tanto, el Arte de Pulir la Piedra Bruta. No se trata de eliminar la fuerza vital, sino de cincelarla y darle forma para que sea útil en el Gran Edificio Espiritual. El Mas∴ busca el perfeccionamiento a través del conocimiento de sí mismo para controlar las emociones y actuar al Ord∴.
Las pasiones son combatidas porque engendran parcialidad y fanatismo. La emoción descontrolada es el enemigo de la justicia serena y la fraternidad universal. El hombre subyugado por el apego ciego o la ira pierde la capacidad de juicio objetivo; se convierte en una herramienta predecible para el desorden. La Masonería exige Maestría para transformar la ignorancia en saber y el mal en bien.
La gran catástrofe semántica ocurrió con el advenimiento de la Era Romántica. La rebelión contra la tiranía de la Razón ilustrada condujo a una apoteosis de la Sensibilidad. El sufrimiento dejó de ser una prueba a superar racionalmente para convertirse en una fuente de autenticidad. En esta inversión, el término pasión fue sacado a la fuerza de su prisión etimológica. El error fundamental de la cultura moderna es confundir la passio con el entusiasmo. El Entusiasmo[8] es etimológicamente la posesión divina[9]. Es el vigor activo, el impulso creativo que nace de la inspiración. Es acción pura. La Pasión, en su nuevo uso, es el apetito vehemente, la afición intensa. Al aplicar la palabra del padecimiento[10] para describir la fuerza activa[11], se legitimó la subyugación del yo como si fuese un ideal. Se honra el impulso caótico por encima de la voluntad disciplinada. La modernidad, al hacer esto, ha confundido la Fiebre con la Vida.
EL ESPECTÁCULO DE LA SERVIDUMBRE
La prueba definitiva de la deriva semántica se halla en el culto colectivo que la sociedad profana llama «pasión», particularmente en fenómenos triviales como el fanatismo deportivo. Cuando un aficionado de fútbol exclama que vive su «pasión», cree estar describiendo una entrega activa y una lealtad, pero en realidad está confesando su estado de paciente. El fanático está a merced de un evento externo, sufriendo con cada revés y eufórico con cada triunfo, sin control sobre el resultado. Es la rendición de la soberanía interior ante el espectáculo de la Fortuna. Esta pasión obsesiva se caracteriza por la rigidez, la dificultad para alejarse y el costo emocional: altos niveles de ansiedad, estrés y enojo. El sujeto se define al margen de esta actividad externa. El fervor, que debería ser el motor de la acción volitiva[12], se ha transformado en un mecanismo de servidumbre emocional[13] que arrastra al individuo al desorden. La palabra pasión es un espejo donde el hombre se mira, o bien como paciente determinado por los condicionamientos y el mundo exterior, o bien como agente libre cuyo sufrimiento es transformado en conocimiento[14]. La verdadera Maestría no se encuentra en la intensidad de lo que padecemos, sino en la serenidad estratégica con que lo trascendemos. El hombre que confunde su afición con una pasión está, de hecho, celebrando las cadenas que se ha puesto a sí mismo, y este es el error más profundo y generalizado de nuestro tiempo. Blandiendo las Herr∴ que nos son presentadas, nutriéndonos de las enseñanzas y doctrinas tradicionales, los Mas∴ estamos llamados a tirar de las riendas de nuestras pasiones para dominarlas, reconocerlas como vicios y transitar el camino que nos lleva a cultivar las Virtudes. El desafío es no dejarnos llevar pasivamente por la corriente de un mar profano, para ir en dirección de la Luz de la que emana el Conocimiento, que sin lugar a duda, requiere combatir nuestros condicionamientos para transitar una vía activa que nos permita apuntar al invariable medio[15] y retornar a la naturaleza divina de nuestro Ser.
[1] Rit∴ de Inic∴.
[2]. Platón a menudo usa πάθος – pathos para referirse a sentimientos extremos o deseos, que deben ser controlados por la razón (el logos). Los Estoicos sostenían que pathos era un vici, una afección excesiva e irracional del alma, y la causa de la infelicidad.
[3] La apatheia (del griego ἀπάθεια) es un concepto clave en la filosofía estoica que se refiere a un estado mental de imperturbabilidad o la ausencia de pasiones (emociones irracionales o perturbaciones del alma).
[4] Algo tan inútil como imposible.
[5] Pathē (πάθη) se refiere principalmente a la palabra griega para «emociones» o «pasiones» en filosofía (estoica).
[6] En filosofía, actio (acción) se refiere al estudio de los eventos realizados por agentes con intención, diferenciándolos de movimientos involuntarios, y abarca la Teoría de la Acción.
[7] Passio, del latín sufrir/padecer, se refiere a las emociones intensas y no elegidas que nos afectan pasivamente, contrastando con la razón;
[8] Enthousiasmos es un concepto clave, especialmente en Platón, que describe una inspiración divina o una «locura sagrada» que posee al individuo, apartándolo de su estado normal para conectarlo con lo sublime y lo verdadero
[9] Theós (θεός), es el término griego para «dios», con un significado amplio que abarca desde una experiencia sublime hasta un ser supremo. En muchos casos se tradcue como “Tener a Dios en el interior”.
[10] La passio.
[11] El entusiasmo.
[12] Nuevamente el entusiasmo.
[13] Pasión.
[14] ta pathemata mathemata. Esta expresión encapsula la idea de que la experiencia (especialmente la dolorosa, difícil o amarga) es la fuente más profunda y efectiva de aprendizaje y sabiduría.
[15] El Zhōng Yōng (Invariable Medio) concepto fundamental encontrado en las doctrinas extremo orientales que promueve es la idea de mantener un equilibrio constante y una armonía inquebrantable en el pensamiento y la acción, evitando los extremos. Zhōng (中): Significa el «centro» o el «eje”, Yōng (庸): Significa «invariable».
[i] Algunas referencias de textos tradicionales:
Bhagavad Gita: «La ansiedad y la ira, que surgen de la pasión, son la fuente de maldad y el foco de destrucción: reconócelas como enemigas del alma.»
Bhagavad Gita: «La pasión turba a la mente y merma la memoria, haciéndonos olvidar nuestro deber. Esto acarrea la insensatez, y la insensatez lleva al hombre a la destrucción.»
Ibn Arabi Sobre la Caballería Espiritual: «Las intenciones son divergentes, las pasiones (hawa) se oponen unas a otras y soplan, no como brisa fecundante, sino como una tempestad, y a menudo como un tornado estéril y destructivo.»
Ramana Maharshi: «El vicio… se refiere precisamente al acto de contentar nuestras insanas Pasiones; es el hábito que pervierte a los Instintos Humanos…»
Rit∴ del Ap∴ Mas∴ de 1938: El trabajo del Aprendiz consiste en… «dominar sus pasiones y perfeccionar su espíritu, quitando, con el cincel (la Razón) y el mazo (la Tolerancia) todas las asperezas que originan las preocupaciones y costumbres viciosas de la sociedad profana.»



