Sobre los lejanos orígenes de la Masonería, escribe René Guénon[1]: «Ahora bien, si se quiere ir más allá de Salomón, se puede con mayor razón remontar todavía más lejos hasta el mismo profeta Abraham: en efecto, un indicio muy claro de ello se encuentra en el hecho de que el Nombre divino, (SHADDAI), invocado más particularmente por Abraham fue siempre conservado por la Masonería operativa, y dicha conexión entre Abraham y la Masonería es por otro lado fácilmente comprensible para quien tenga algunos conocimientos de la tradición islámica, ya que la misma está en relación directa con la edificación de la “Kaabah”[2].
El Nombre divino invocado por Abraham es aquél de El Shaddai, y sabemos que, en las logias de los Operativos, este Nombre era invocado por el hermano Jakin en el transcurso del rito de apertura de los trabajos. En la tradición islámica, la primera casa sobre la tierra fue construida por Adán, y fue en efecto el templo de la Meca, que era hecho de rubí[3]; sucesivamente, durante el diluvio, este templo fue llevado al cielo; finalmente fue reconstruido por el profeta Abraham y por su hijo Ismael, como se lee en el Corán, en la sura II, 125-127, y también en la sura III, 96, 97.
- El primer Templo que se fundó entre los hombres es la de Bakka, fué fundado para ser bendecido y para servir de guía a los hombres.
- Vosotros veréis los signos de milagros evidentes. Allí está la estación de Abraham; (maqam Îbrahîm). Cualquiera que entre en su recinto está al seguro de cualquier peligro…
Según la tradición, Allah reveló al profeta Abraham los planos para la construcción del edificio y, durante el trabajo, Abraham dejo la impronta de su pie sobre una piedra: se trata del «maqâm Îbrahîm» que se encuentra todavía en el recinto de la Kaabah y que marca el punto desde el cual los peregrinos comienzan las siete circunvalaciones rituales en torno al templo, que constituyen el momento crucial de la peregrinación. Es recordado que las improntas de pié sobre la piedra representan simbólicamente la señal de los estados superiores del ser en nuestro mundo; en consecuencia, la verificación de fenómeno de este tipo, histórico y simbólico al mismo tiempo, asume una importancia completamente especial en el momento del descenso de una revelación y de la construcción de un templo, que es una de las representaciones del «Centro del Mundo».
Sería también posible establecer una correlación simbólica entre la Kaabah, que tiene la forma de un cubo, y la «piedra cúbica» que en el simbolismo masónico representa el retorno al estado edénico, y también con la «Jerusalén Celeste».También, se puede establecer una correlación entre la Kaabah y la «piedra cúbica en punta», símbolo hermético y masónico, formado por un cubo coronado por una pirámide: en el esoterismo islámico el lugar del Polo espiritual supremo es descrito simbólicamente como situado entre el cielo y la tierra, en un punto que está exáctamente sobre la Kaabah; se puede por lo tanto considerar una pirámide, invisible ya que es de naturaleza puramente espiritual, elevándose por encima del templo, que es por el contrario, visible, en cuanto, con su forma cúbica, representa el mundo elemental y corpóreo.
El templo de la Mecca no fue modificado, desde el tiempo de Abraham, hasta la época en el que el profeta Muhammad tenía la edad de treinta y cinco años y la tribu Quraish decidió demolerlo y reconstruirlo, por necesidad de elevar el nivel del terreno. En la obra de reconstrucción surgió, entre las cuatro tribus de los Quraish, una disputa sobre quién debía tener el honor de encastrar la «piedra negra» en el muro del edificio; entonces Mohammad, que en aquél momento no había todavía manifestado la misión profética, pero era tenido en gran consideración por todos, resolvió la cuestión poniendo la piedra sobre su manto, que fue tomado desde sus ángulos por un representante de cada tribu; así fue elevada la piedra, y el mismo Muhammad fue designado para colocarla en el lugar que debía ocupar. Podemos por lo tanto observar que, en el momento en el cual está por manifestarse una nueva misión profética, con una revelación que constituirá una importante readaptación de la tradición originaria, es reconstruido el templo que representa el centro de tal tradición, y podemos ver en esto un ulterior ejemplo de cómo la realidad histórica puede asumir al mismo tiempo un valor simbólico.
Según la Biblia, la primer ciudad fue construida por Caín, hijo de Adán, que dio a la ciudad el nombre de su hijo Enoc. En lo que concierne al origen del arte de la construcción y de la idea misma de asentamiento humano que toma la forma de la ciudad, es necesario tener en cuenta que Caín representa simbólicamente los pueblos sedentarios, mientras que Abel representa a los nómades, categoría a la cual pertenecía el pueblo hebreo, al menos en su origen. Como explica René Guénon, la historia de Caín y Abel, desde el punto de vista de los pueblos sedentarios, aparecería bajo otra luz y sería susceptible de otra interpretación; veremos más adelante que una cuestión del mismo tipo podrá ser considerada por cuanto se refiere a la figura legendaria y por muchos versos enigmática de Nemrod.
Los Old Charges (con respecto a lo siguiente hacemos particular referencia al manuscrito Cooke), retoman ciertos puntos de la narración bíblica, añadiendo elementos específicos de la tradición masónica, y encontramos así que, antes del diluvio, Lamec tuvo tres hijos y una hija, que son considerados en relación con las principales ciencias y artes: Jabel: geometría y arquitectura, Jubal, música; Tubal-Caín, metalurgia, Neema, tejido. Ya que ellos no sabían si el inminente castigo divino vendría por medio del agua o del fuego, escribieron sus ciencias sobre dos pilares, de los cuales uno resistiría al fuego y otro flotaría sobre el agua.
Y muchos años
después de este diluvio, acorde con las crónicas,
fueron encontrados dos pilares
y, según Polychronicon
un gran clérigo de nombre Pictagoras
encontró uno y Hermes, el
filósofo, encontró el otro. Y
éstos se pusieron a enseñar las ciencias
que encontraron escritas[4].
En esta historia, que evidentemente no puede ser tomada en sentido meramente histórico, se puede observar cómo el Pitagorismo y el hermetismo son considerados como la suma de todas las ciencias tradicionales, lo cual es muy cierto por lo que respecta a la Masonería misma. Según otras versiones, estas dos columnas son llamadas columnas de Enoch o de Sayidina Idris y se dice que fueron puestas una en Siria y la otra en Etiopía. Independientemente de aquellos que puedan ser los múltiples significados simbólicos de las dos columnas, éstas representan dos centros espirituales e iniciáticos a los cuales estaba confiado el depósito del conocimiento primordial, que debía ser conservado en el transcurso de las épocas sucesivas.
En esta leyenda simbólica se expresa el concepto de la supervivencia al diluvio de las ciencias tradicionales, se podría ver una expresión de cómo en la tradición masónica este también presente una herencia proveniente del profeta Noé; sin embargo es necesario no confundir el Lamec del cual hemos hablado primero, que pertenece a la genealogía de Caín, con el Lamec padre de Noé, que pertenece a la genealogía de Seth. En cualquier caso, diferentes factores llevan a considerar que entre los múltiples orígenes de la Masonería exista también una derivación atlantídea ligada al profeta Noé, y se puede recordar además que la Masonería inglesa ha conservado el simbolismo del arca en el grado de Maestro. El mismo Guénon, a propósito del simbolismo noaquita, observa: «habría mucho que decir sobre este misterioso “noaquismo” que sin duda viene desde muy lejos, y del cual los Masones actuales no parecen en absoluto conocer su significado; pero ya aquellos del siglo XVIII cuando se servían de esta palabra, ¿sabrían ellos mismos mucho más al respecto?»[5].
Pero veamos ahora algunos fragmentos del mismo manuscrito:
… Nemrod inició la construcción de la torre
de Babilonia y enseñó a sus obreros
el Arte de la construcción y él
tenía consigo albañiles; más de
cuarenta mil. Y les dió afecto y protección[6]
Nemrod, en la tradición islámica y también en la cristiana, es un personaje negativo; éste es el perseguidor del profeta Abraham del mismo modo que el Faraón lo será con Moisés y Hérode con Jesús, y sin embargo aquí éste es considerado de forma diferente y es también llamado, en el manuscrito Regius, «primer y excelentísimo Gran Maestro». Esta contradicción podría ser explicada con el punto de vista particular de los pueblos sedentarios, diferente de aquél de los pueblos nómades, como en el caso de Caín, o también podría referirse a dos momentos diferentes de la historia de la civilización babilonica: un período primitivo correspondiente a la fundación de la ciudad y al orígen de la civilización babilónica misma, y un período muy posterior correspondiente a su decadencia. Por otra parte, Guénon observa que Bab-ilu significa «puerta del cielo», calificación que podría referirse a «Luz», y que puede también tener el sentido de «casa de Dios», como Beith-El. Pero cuando la tradición se perdió, Babel deviene un sinónimo de «confusión», el símbolo es invertido y aquello que era un «janua coeli» se convierte en «janua inferni».
Asur, que era pariente cercano de
Nemrod, salió del país de
Senaar y construyó la Ciudad
de Nínive, Plateas y
muchas otras más…
Y Nemrod le envió
trescientos constructores[7]
Cuando los envió, les dió esta obligación,
que se encuentra mencionada en diversos manuscritos y es conocida
como «juramento de Nemrod»:
Una vez tomado este señor
cuidaos de serle leal a él
como lo seríais hacia mí
y haced lealmente vuestro trabajo
y oficio. Tened
un salario razonable
según vuestro mérito. Además
amaos como si fuerais
hermanos y permaneced unidos
lealmente. Que aquél que tiene gran saber
lo enseñe a su compañero
Cuidaos de comportaros bien hacia
vuestro señor y entre vosotros.
Así pueda yo tener
renombre y gratitud
por haberos enviado y haberos
enseñado el oficio.[8]
Prosiguiendo, encontramos el relato que se refiere a Euclides, que, con otro de aquellos anacronismos que escandalizarían a los historiadores profanos, es considerado discípulo de Abraham , y también anterior a los profetas David y Salomón, como veremos a continuación:
Abraham… conocía todas
las siete ciencias y enseñó
a los egipcios la ciencia de la
Geometría. En ese momento, nuestro noble
clérigo Euclides era su
aprendiz y tomo de él su ciencia:
es éste quien le dió por primera vez
el nombre de Geometría.[9]
Como vemos también en otros manuscritos, Euclide desarrolló su propio talento, superando a todos los artistas de su tiempo; no había para él nada demasiado arduo en el contenido de las siete ciencias liberales y así «él hizo del pueblo de Egipto el pueblo más sabio de la tierra»[10]. En la cultura medieval, Euclides era considerado como la personificación de la Geometría, su figura representaba por lo tanto esta ciencia y se identificaba con el Arte de la construcción misma. Haber sido un discípulo de Abraham significaba por lo tanto establecer una descendencia, en el sentido de la «posteridad espiritual», de las ciencias tradicionales y de la Geometría en particular, del profeta que es considerado el «arquetipo» por excelencia. Euclides enseña a los jóvenes el arte de la construcción, pero exige, como condición, un juramento de fidelidad y obediencia. Se puede notar cómo en los relatos que preceden, y luego en los que continúan, se trata de sucesivas adaptaciones, que se remontan a un profeta, a un gran sabio, a un soberano o a un santo, y que comportan siempre la institución de reglas y la necesidad de un empeño sacralizado, condiciones en las cuales se pueden perfectamente reconocer los caracteres fundamentales que caracterizan el «pacto iniciático».
Durante el tiempo en el cual los hijos
de Israel habitaron
en Egipto, ellos aprendieron
el arte de la construcción. Luego
de que ellos fueran guiados fuera
de Egipto arribaron
a la tierra prometida.[11]
Con el Rey David, que inicia la construcción del Templo de Jerusalén y que da a los constructores «instrucciones similares a aquellas que existen actualmente», encontramos otra de las adaptaciones de las que hablábamos antes. Tales instrucciones, reglas y costumbres, son luego confirmadas y renovadas por el Rey Salomón, que lleva a cabo la finalización de la construcción del Templo. Inmediatamente después, encontramos el pasaje de la Masonería en Europa, que se remonta solamente al Medioevo:
y desde entonces
esta noble ciencia
fue importada en Francia
y en muchas otras regiones:
existió en un tiempo
un noble rey de
Francia que se llamaba
Carolus segundo…
[se trataría del emperador Carlos II, 823-877]
este mismo rey
Carlos, fue masón
antes de ser rey. Luego
devenido rey acordó a los
masones afecto y protección.
………………………………
Y poco tiempo después arribó
Sant Adabelle a Inglaterra
y convirtió a san Albano
al cristianismo. Y
san Albano amó mucho a los masones
y por primera vez les dió
instrucciones y costumbres por
primera vez en Inglaterra.[12]
Encontramos otra vez aquí un anacronismo, ya que san Albano era contemporáneo del emperador Diocleciano, y el período más probable al cual se remonta su obra está ligada a las corporaciones de los constructores en Bretaña correspondiente a los años 287-290, antes que él sufriera el martirio, en manos del ejército romano al cual pertenecía. Parece por lo tanto evidente que la Masonería de la cual se trata en este caso, debía ser aquella de los Collegia fabrorum romani; por otra parte, existían siempre muchos constructores, operarios y artesanos que seguían a los ejércitos romanos, y esto ciertamente contribuía para dar a conocer el Arte en las provincias del imperio.
Existió
a continuación un noble rey
en Inglaterra llamado
Athelstan cuyo hijo mas joven
amó mucho la
ciencia de la geometría…
él amó mucho la masonería y a los masones
convirtiéndose él mismo en masón.[13]
Con el rey Athelstan arribamos a la primera mitad del siglo X y la Masonería es aquella del Rito de York. Sin embargo este rito estaría ya presente en Inglaterra desde el siglo VII, y, escribe R. Guénon, «es a este rito que se refieren los antiguos documentos llamados Old Charges, una copia de aquellos era, para las Logias operativas, el equivalente de aquello que es para las Logias modernas una carta patente de una Gran Logia»[14]. Y también, a propósito de esto: «el punto de vista de los historiadores modernos, que no quieren remontarse más allá de la fundación de la Gran Logia de Inglaterra, es ciertamente injustificable, incluso teniendo en cuenta su posición de no basarse más que en documentos escritos, ya que ciertamente son raros, los que existen anteriores a esa fecha. Es por otro lado subrayado que estos documentos se presentan todos como copias de otros mucho más antiguos, y que la Masonería siempre se menciona remontándose a una antigüedad mucho más remota; que la organización masónica haya sido introducida en Inglaterra en el 926 o bien en el 627, como éstos afirman, esto no ocurrió como una “novedad”, sino como una continuación de organizaciones preexistentes en Italia y sin duda también en otros lugares; y así también si ciertas formas exteriores fueron necesariamente modificadas según los países y las épocas, se puede decir que la Masonería existe verdaderamente from time immemorial, o, en otros términos, que ésta no tiene un punto de partida históricamente asignable»[15].
Artículo publicado con la autorización de su autor AMEDEO ZORZI.
[1] Estudios sobre la Franc-Masonería y el Compagnonnage, Editions Traditionnelles 1965, Vol. II, pág. 165.
[2] El profeta Abraham no pertenece propiamente al hebraísmo y, por otra parte, el pueblo hebreo es unánimemente reconocido con el nombre de «hijos de Israel», este último, sobrenombre de Jacob, el que indica un origen más reciente respecto a la época Abrahámica. En el texto coránico, se dice que Abraham es un hanif, término que tiene en sí el significado de «puro». En épocas preislámicas existió siempre, entre los árabes, al menos en una exigua minoría, aquella que era llamada «ed-din el- hanif», que era considerada como la verdadera tradición monoteísta, idéntica a la religión de Abraham, y la continuidad de esta tradición fue mantenida por Ismael hasta el advenimiento del Islam; el mismo Muhammad era hanif, antes de su misión profética.
[3] El rubí tiene aquí evidentemente un sentido simbólico, pero recordamos también cuanto escribe R. Guénon en el Reino de la cantidad y los signos de los tiempos, cap. XIX: «el mundo mismo, en tanto que conjunto cósmico, era verdaderamente diferente cualitativamente, porque por el mundo mismo, en tanto que conjunto cósmico, era verdaderamente diferente cualitativamente, porque posibilidades de otro orden se reflejaban en el dominio corporal y le «transfiguraban» en cierto modo; y es así como, cuando algunas «leyendas» dicen por ejemplo que hubo un tiempo en el que las piedras preciosas eran tan comunes como lo son ahora los guijarros más groseros, eso no debe tomarse quizás solo en un sentido completamente simbólico.
[4] Manuscrito M. Cooke, v. 318 y sig.
[5] Estudios sobre la Franc-Masonería y el Compagnonnage, Editions Traditionnelles, 1965, Vol. II- reseña de la revista Le Symbolisme, número de Aprile 1932.
[6] Manuscrito M. Cooke v. 342 y sig.
[7] Ibid 346 y sig.
[8] Ibid 390 y sig.
[9] Ibid 439 y sig
[10] Manuscrito Dumfries, n° 4.
[11] Manuscrito M. Cooke, v. 342 y sig..
[12] Ibid., v. 573 y sig.
[13] Ibid., v. 612 y sig.
[14] Estudios sobre la Franc-Masonería y el Compagnonnage, Editions Traditionnelles, 1965, Vol. I – pag. 287.
[15] Ibid., pág. 304-305.