[1]«Si examinamos la historia de la humanidad tal y como la enseñan las doctrinas tradicionales, conformes a las leyes cíclicas, debemos decir que, en el origen, el hombre teniendo plena posesión de su estado de existencia, tenía naturalmente las posibilidades que corresponden a todas las funciones, previamente a cualquier distinción de estas últimas. La división de estas funciones se produjo en un estado posterior, representado por un estado inferior al “estado primordial”, pero en el cual cada ser humano, a pesar de no tener más que ciertas posibilidades determinadas, tenía todavía espontáneamente la conciencia efectiva de esas posibilidades. Es solamente en un periodo de mayor oscurecimiento cuando esta conciencia se perdió; y, desde entonces, la iniciación devino necesaria para permitir al hombre reencontrar, con esta conciencia, el estado anterior al cual ella es inherente; tal es, en efecto, el primero de sus objetivos, aquel que la iniciación se propone de forma más inmediata. Para que ello sea posible, implica una transmisión que se remonta, a través de una cadena ininterrumpida, hasta el estado que se trata de restaurar, y así, progresivamente, hasta el “estado primordial” mismo; y deteniéndose allí, la iniciación, y los “misterios menores” no son más que la preparación para los “misterios mayores”, es decir, para la toma de posesión de los estados superiores del ser, es necesario remontarse más allá de los orígenes de la humanidad. En efecto, no hay iniciación auténtica, incluso en el grado más inferior y más elemental, sin la intervención de un elemento “no humano”, que es, según aquello que hemos expuesto con anterioridad en otros artículos, la “influencia espiritual” comunicada regularmente por medio del rito iniciático. Si así están las cosas, evidentemente no es cuestión de indagar “históricamente” el origen de la iniciación, cuestión que por lo tanto aparece carente de sentido, ni, por otra parte, el origen de los oficios, de las artes y de las ciencias, considerados en su concepción tradicional y “legítima”, puesto que todos a través de las diferenciaciones y de las adaptaciones múltiples, pero secundarias, derivan igualmente del “estado primordial”, que los contiene a todos en principio, y de tal modo éstos se enlazan con los otros órdenes de existencia, más allá de la humanidad misma, lo que es por otra parte necesario para que puedan, cada uno en su rango y según su medida, contribuir efectivamente a la realización del plan del Gran Arquitecto del Universo»[2].
Hemos reproducido esta página de René Guénon, con la cual él concluye su artículo La iniciación y los oficios, en cuanto allí se encuentran resumidos y sintetizados los elementos fundamentales para una correcta comprensión y para establecer una ulterior profundización de todas las temáticas que se refieren al origen de las iniciaciones de oficios y a su auténtico significado. Además, la referencia final al «plan del Gran Arquitecto del Universo» muestra cómo este artículo sea particularmente dedicado a la forma tradicional masónica. La afirmación según la cual, investigar «históricamente» el origen de la iniciación y aquella de los oficios tradicionales, no tendría sentido, no significa que tales argumentos no deban ser profundizados, sino solamente que no tendría sentido buscar de hacerlo desde un punto de vista exterior y meramente historiográfico.
El mismo Guénon testimonia la importancia de estos argumentos con la cantidad de capítulos, artículos y reseñas a éstos dedicados, y no deja de señalar tal importancia de un modo explícito, por ejemplo, en una reseña a propósito de un artículo de J. Evola donde éste último termina preguntándose si en la tradición masónica haya habido una filiación continua o una suerte de «subversión», si ha habido una transmisión regular de los elementos tradicionales o si se trata de simples «préstamos»; a tales insinuaciones R. Guénon responde: «Nosotros no podemos seguirlo sobre este punto, y lamentamos que se haya abstenido de estudiar más de cerca la cuestión de los orígenes, ya que habría podido darse cuenta que se trata precisamente de una organización iniciática auténtica, que ha solamente sufrido un proceso degenerativo; el inicio de este proceso degenerativo, es, como hemos dicho con frecuencia, la transformación de la Masonería operativa en Masonería especulativa, pero aquí no se puede hablar de discontinuidad: incluso si existió un “cisma”, la filiación no fue interrumpida por esto y permanece legítima no obstante todo»[3] [la cursiva es nuestra].
El estudio de la tradición masónica deberá por lo tanto, necesariamente comprender también la cuestión de los orígenes de la filiación iniciática; por otra parte, en todas las formas tradicionales existe también un aspecto que puede ser llamado «histórico» el cual, si bien no representa el elemento más central y fundamental de estas mismas tradiciones, reviste en todo caso una importancia desde el punto de vista cosmológico, siendo inherente al desarrollo de las posibilidades de manifestación según la condición temporal. Lo que es necesario tener bien presente, ya que es frecuentemente olvidado, es que tal aspecto «histórico» sigue siendo parte integrante de la enseñanza doctrinal y del significado simbólico de los acontecimientos narrados, es mucho más importante que la llamada «realidad histórica», entendida en el sentido más exterior. Este valor simbólico es particularmente evidente sobre todo en aquellos casos donde la «leyenda» deviene también «drama ritual», constituyendo el soporte para la ejecución de determinados ritos y para la misma transmisión de la influencia espiritual iniciática. Pero también fuera de estos casos particulares, la historia sagrada, como todo aquello que tiene un carácter auténticamente tradicional, es siempre entendida como un método de enseñanza para quien intenta buscar una comprensión de la realidad más profunda de las cosas, en lugar de acumular información sobre su apariencia exterior.
Si luego, como en el caso del argumento que estamos tratando, las consideraciones históricas se refieren a cuestiones como aquella de la filiación iniciática, donde entra en juego la transmisión de una influencia espiritual, que por su naturaleza escapa a cualquier observación externa, son evidentes los límites inherentes a este tipo de estudios. Verificar que una forma tradicional, y en particular una iniciación, haya sido transmitida regularmente y esté actualmente viva y válida, es sin embargo algo que nunca podrá ser realizado desde el exterior; que luego tal verificación pueda ser efectuada con un instrumento «profano» como el método histórico, sería una idea por demás ridícula. Se puede notar, a lo sumo, que el registro de ciertas noticias históricas puede ser útil para identificar el origen y desarrollos de corrientes antitradicionales en cuanto éstas, en su manifestación exterior, hacen inevitablemente referencia a determinadas individualidades.
No podemos ciertamente repetir aquí todo cuanto escribe R. Guénon sobre la profunda diferencia entre la historia, como es entendida en Occidente moderno y profano y la historia considerada como un aspecto de la ciencia sagrada, y nos limitaremos a recordar nuevamente una cita extraída de “El reino de la cantidad y el signo de los tiempos”: «hay un simbolismo geográfico así como un simbolismo histórico, y es el valor simbólico que da a las cosas su significado profundo, porque es el medio que establece su correspondencia con las realidades de orden superior; pero, para determinar efectivamente esta correspondencia, es menester ser capaz, de una manera o de otra, de percibir en las cosas mismas el reflejo de esas realidades. Es por esto que hay lugares que particularmente adecuados a servir de «soporte» para la acción de las «influencias espirituales», y es en esto en lo que se ha basado siempre el establecimiento de algunos «centros» tradicionales principales o secundarios, de los cuales los «oráculos» de la antigüedad y los lugares de peregrinaje proporcionan los ejemplos exteriormente más llamativos»[4].
Artículo publicado con la autorización de su autor AMEDEO ZORZI.
[1] Artículo original de Amadeo Zorzi, en la Rivista di Studi Tradizionali N° 94, Enero – Junio 2002, Edizioni Studi Tradizionali Torino.
[2] René Guénon, Miscelánea, “La iniciación y los oficios”.
[3] Estudios sobre la Franc-Masonería y el Compagnonnage, Editions Traditionnelles 1965; Vol. I, reseña del artículo de J. Evola: «Del esoterismo a la subversión masónica», publicado en Vita italiana. Aprile 1937.
[4] René Guénon, El reino de la cantidad y el signo de los tiempos, cap. XIX.