Se podría en este punto hacer una observación al margen, a propósito de ciertos sedicentes esoteristas que hacen referencia a la tradición islámica, los cuales manifiestan tendencias antimasónicas y reprochan a Guénon de haber hecho, a su parecer, «una mezcla de formas tradicionales» vinculándose ya sea al esoterismo islámico como a la Masonería y aprobando la misma elección para algunas personas que le eran cercanas. Podríamos preguntar a estas personas, qué piensan de los grandes sufíes que eran también alquimistas: en primer lugar Sayyidina ‘Ali, considerado como uno de los padres de las turûq, que tenía, como se ha dicho, un perfecto conocimiento de la Alquimia bajo todos sus aspectos, y el Sheikh Abu Hassan Es-Shâdili, fundador de la tariqa que lleva su nombre y que ha sido siempre la más difundida, del cual se sabe que transmutó metales viles en oro para el sultán de Egipto; y también el Sheikh Muhyiddin ibn ‘Arabi, llamado «el más grande de los maestros espirituales», el cual escribió incluso tratados de alquimia. No se podría objetar ue los grandes sufíes mencionados eran más allá de la diversidad de las formas tradicionales, en cuanto la función magistral consiste particularmente en mostrar los medios a adoptar y en trazar las vías a seguir por los demás. El hermetismo, no estando ligado a un exoterismo particular, fue parte integrante de diferentes tradiciones, desde la egipcia, la islámica, hasta la cristiana del Medioevo; pero se podría decir lo mismo del Pitagorismo y de las iniciaciones de oficios, vale decir, de toda aquella gran categoría de iniciaciones que no eran exclusivas de una forma tradicional específica, pero tenían como base la práctica de un oficio o el desarrollo de una ciencia tradicional, de forma que estas eran difundidas en todo el mundo antiguo, en Oriente como en Occidente, y eran adoptadas por iniciados pertenecientes a tradiciones diversas y lejanas entre ellas. Se ve por lo tanto cómo R. Guénon, adoptando la iniciación masónica y aquella islámica al mismo tiempo, no hace otra cosa que confirmar una práctica que era seguida y considerada perfectamente normal desde tiempos antiguos[1].
No pretendemos ciertamente adentrarnos en un argumento tan difícil como aquél de las relaciones entre el esoterismo islámico e iniciados o círculos restringidos de iniciados occidentales que, en épocas diferentes, pudieron estar vinculados a las organizaciones masónicas; por otra parte se trata de cosas que, en gran parte, están destinadas a permanecer envueltas en misterio; no obstante, sobre el tema, queremos concluir esta serie de anotaciones citando una respuesta de R. Guénon a un lector de la revista inglesa «Speculative mason», el cual preguntaba si existieron o existen todavía, en Egipto, Guildas de Masones Operativos: «No hay duda alguna que existieron hace algunos siglos o existen, no solamente en Egipto, sino en otras partes del mundo musulmán, Guildas de Masones Operativos, o artesanos de otro tipo; estos Masones orientales utilizaron también marcas similares a aquellos de sus colegas occidentales del Medioevo y que eran llamados en árabe Khatt el-Bannaìn (vale decir “escritura de los constructores”); pero todo esto pertenece a un pasado ya bastante lejano. Por otra parte, en las turûq islámicas o confraternidades iniciáticas (que son en efecto igualmente operativas, pero evidentemente en otro sentido más profundo del sentido puramente “profesional”), han conservados ciertos elementos que se asemejan extrañamente al Compagnonnage occidental, por ejemplo: el uso de llevar el lazo; el uso de llevar el bastón que tiene exáctamente la misma forma; y por cuanto respecta al simbolismo de estos bastones; habría mucho que decir en relación con las ciencias secretas que son especialmente atribuidas a Sayyidna Suleiman (ya que cada uno de los grandes Profetas posee ciencias propias, caracterizadas por el cielo el cual preside). Hay también otros puntos de interés más específicamente masónico: por ejemplo, en ciertas turûq, el dhikr no puede ser cumplido ritualmente si no existe la presencia de al menos siete hermanos; en la investidura de un naqib hay algunas cosas que harían pensar en el cable-tow, etc. Por otra parte, hay una interpretación simbólica de las letras árabes que forman el nombre de Allâh y que es puramente masónica, probablemente proveniente de las Guildas en cuestión: el álif es la regla; las dos lâm el compás y la escuadra; la ha el triángulo (o el círculo, según otra explicación, la diferencia entre las dos corresponde a aquella Square y Arch Masonry), el nombre entero era por lo tanto un símbolo del Espíritu de la Construcción Universal. Estos pocos hechos no son más que simples referencias a un argumento, sino que nos es conocido por experiencia directa y por tradición oral».
Artículo publicado con la autorización de su autor AMEDEO ZORZI.
[1] Podría ser recordado, a modo de ejemplo referido a una época más reciente, que el Sheikh ‘Abd-el-Qadìr al-Jazairi ( 1808-1883), conocido históricamente sobre todo por haber combatido valerosamente contra los franceses por la independencia de Algeria, fue también vinculado a la Masonería. Incluso hasta hoy, en el Gran Oriente de Francia, en París, es conservado su retrato donde éste aparece en hábitos tradicionales árabes y con las insignias masónicas. El Sheikh ‘Abd-el-Qadìr al-Jazairi fue un profundo conocedor de las obras de Muhyiddin Ibn ‘Arabi y perteneciente a la misma silsila o «cadena» iniciática de este último (akbariya). Dejó numerosos escritos sobre el esoterismo islámico, reunidos bajo el título de Kitab-el-Mawaqif (El Libro de las estaciones, ed- Rusconi, Milano, 1984).