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La Gran Triada

LOS TIEMPOS DE BRAHMA

En las tradiciones de la India, los tiempos de Brahmā emergen no como una mera cronología lineal, sino como una danza cósmica, un ritmo de creación y disolución que trasciende la medida humana del tiempo y revela la estructura misma del Ser. Brahmā, el artífice de las formas, preside este vasto ciclo, cuya magnitud abarca eones[1] que escapan a la imaginación ordinaria. Comprender sus edades y su simbolismo requiere abandonar las nociones profanas de duración y adentrarse en la contemplación de lo eterno manifestado en lo temporal.

EL ALIENTO Y LA RUEDA

En la tradición hindú, el tiempo de Brahmā es el aliento del cosmos, un prana divino que exhala la multiplicidad y la inhala nuevamente hacia la unidad. Este simbolismo del aliento encuentra eco en el Chhandogya Upanishad[2], donde el universo es concebido como una pulsación del Brahman, el fundamento sin forma. La rueda del tiempo[3] (kālachakra), girando eternamente, es otro motivo central: sus radios representan las eras, y su movimiento perpetuo sugiere que el fin es siempre un retorno al comienzo. En el budismo, esta rueda se transforma en el Dharmachakra[4], el giro de la ley que libera del ciclo, aunque el ciclo mismo permanece como la condición de lo manifestado.

[i]El paso de las edades, desde el Satya Yuga de armonía primordial hasta el Kali Yuga de conflicto, simboliza también la entropía espiritual: la luz se dispersa, la verdad se oculta, y el hombre se aleja de su centro. Sin embargo, esta degeneración no es un mero declive; es el preludio necesario para la renovación. Como dice el Vishnu Purana, «cuando la justicia decae y la iniquidad prevalece, entonces yo me manifiesto», señalando la intervención divina que restaura el orden al final del ciclo.

LAS EDADES DE BRAHMĀ: KALPAS Y YUGAS

Un día en la existencia de Brahmā, ese arcano lapso conocido como kalpa, se extiende como un océano insondable, un lienzo de 4,320 millones de años humanos donde el cosmos se despliega desde la semilla del silencio hasta la floración de su esplendor, para luego replegarse nuevamente en la quietud primordial. No es un simple conteo de eras, sino un susurro del infinito: el universo, como un sueño en la mente del creador, danza entre la luz y la sombra. En este vasto ciclo, mil mahayugas se entrelazan como perlas en un collar sagrado, cada uno tejido por cuatro hilos —Satya, Treta, Dvapara y Kali—, eras que descienden en un lento crepúsculo, desde el resplandor dorado de la verdad hasta las tinieblas fracturadas del Kali Yuga, el tiempo que ahora nos envuelve con su manto de discordia.

Mas este día de Brahmā no termina en su ocaso: una noche de igual magnitud lo sucede, un pralaya, una disolución donde todo lo manifestado se recoge como el aliento que retorna al pecho. El universo se disuelve en una unidad sin forma, un eco del Absoluto, hasta que el alba siguiente lo despierta de nuevo en un eterno renacer. Así, cien años de estos días y noches —un latido apenas en la respiración del cosmos— componen la vida de Brahmā, tras la cual incluso él, el artífice de los mundos, se desvanece en el misterio insondable de lo que no tiene nombre.

De nada sirve buscar en esto la crónica lineal de los historiadores, pues tales números —4,320 millones, mil mahayugas— no son meras medidas, sino claves cifradas, símbolos de una armonía que resuena en los éteres como las cuerdas de una lira pitagórica. Son ecos de la música celestial, proporciones que trascienden el polvo de la tierra y alcanzan las esferas. En el Rigveda[5], el tiempo se alza como el tejedor invisible, urdiendo el sacrificio del universo con hilos de eternidad; en los Puranas, Brahmā exhala los mundos desde su ser, y cada kalpa es un soplo, cada pralaya un silencio entre respiraciones. Lo que aquí se revela no es un cálculo, sino una visión: el ciclo es el rostro oculto del poder, y tras los números late el pulso de lo divino, un enigma que nos invita a mirar más allá del velo.

¿QUÉ SE OCULTA TRAS LOS NÚMEROS?

En las profundidades de las doctrinas hindúes, el universo danza al compás de un ritmo eterno, un ciclo de creación y disolución regido por fuerzas que trascienden la comprensión humana. Todo comienza con Brahma Dev[6], el arquitecto primordial, cuya existencia marca el nacimiento del cosmos. Su vida, un colosal tapiz de 100 años, no es sino el preludio de un nuevo Brahma, engendrado por Sri Vishnu tras su muerte, en un ciclo infinito de renovación. Pero estos no son años ordinarios, ni el tiempo aquí se mide con la torpe vara de lo mortal. Cada día de Brahma, dividido en una luz y una sombra —un día y una noche—, encierra el destino del universo: durante el día, el cosmos florece y respira; durante la noche, todo se disuelve en la nada, y Sri Vishnu[7], recostado sobre la serpiente cósmica Sheshnag, se sume en un sueño insondable.

Mas este ciclo no es caótico; está gobernado por una precisión matemática que revela la mano oculta de lo divino. Un día de Brahma equivale a un Kalpa, y su noche, de igual duración, completa el par. Cada Kalpa se descompone en 14 Manvantaras, períodos titánicos de existencia, y cada Manvantara abarca 71 Mahayugas. A su vez, un Mahayuga se divide en cuatro Yugas —el Chaturyuga—, dispuestos en una proporción sagrada de 4:3:2:1, como si el tiempo mismo obedeciera una armonía geométrica.

Consideremos los números con reverencia, pues en ellos se esconde la verdad. El Kaliyuga, la era más breve y sombría, dura 1200 años divinos, equivalentes a 432.000 años humanos, dado que un año divino se extiende por 360 años mortales. El Satyuga, la edad dorada, se alza cuatro veces más vasto: 4800 años divinos, o 1.728.000 años humanos. El Tretayuga, con su triple magnitud respecto al Kaliyuga, abarca 3600 años divinos, o 1.296.000 años humanos. El Dwaparyuga, duplicando al Kaliyuga, se extiende por 2400 años divinos, o 864.000 años humanos. Así, un Mahayuga completo suma 12.000 años divinos, es decir, 4.320.000 años humanos. Y un Manvantara, con sus 71 Mahayugas, alcanza los 852.000 años divinos, o 306.720.000 años humanos.

Pero el orden no termina aquí. Entre los Manvantaras, y antes del primero y después del último, se intercala un Sandhikala, un intervalo de transición equivalente a un Satyuga —4800 años divinos—. En este lapso, la Tierra se sumerge en las aguas purificadoras del océano Garbodhaka, un ritual de limpieza cósmica. Así, 15 Sandhikalas y 14 Manvantaras tejen un Kalpa completo: 12.000.000 de años divinos. Un día de Brahma, con sus dos Kalpas —día y noche—, asciende a 24.000.000 de años divinos. Multipliquemos ahora por los 100 años de su vida: el resultado es una existencia de 864.000.000.000 años divinos, o 311,04 billones de años humanos, una cifra que desafía la imaginación y humilla la ambición de los reyes.

Y sin embargo, no estamos al final, sino apenas en el umbral. Brahma, en este instante eterno, transita su año 51, y apenas despunta el primer día de ese año. El Kalpa actual lleva el nombre de Sweta Kalpa; el Manvantara en curso, el séptimo, se llama Vaivasvata Manvantara; y el Mahayuga presente es el vigésimo octavo de los 71 que lo componen. Dentro de este Mahayuga, habitamos el Kaliyuga, iniciado en el año 3102 a.C. Han transcurrido 5121 años humanos desde entonces —una mota de polvo en el reloj cósmico—, y aún nos resta un océano de tiempo por navegar en esta era de sombras. Los números, pues, no mienten. Son las hebras de un tejido que trasciende lo visible, un código que susurra la verdad del universo: todo lo que es, ha sido y será, obedece a un diseño implacable. Comprenderlos no es solo medir el tiempo, sino descifrar el poder que yace tras él.

TRASLACIÓN A LAS TRADICIONES OCCIDENTALES

En Occidente, las edades de Brahmā hallan un eco en las doctrinas cíclicas de los antiguos, aunque veladas por la predominancia posterior de una concepción lineal del tiempo. Hesíodo[8], en sus Trabajos y días, describe las edades del hombre —Oro, Plata, Bronce y Hierro— en un esquema que recuerda los yugas, donde la virtud disminuye progresivamente hasta que un cataclismo renueva el mundo. Platón, en el Timeo y el Critias, habla de grandes ciclos marcados por diluvios y conflagraciones, mientras que los estoicos concebían el ekpyrosis[9], la destrucción periódica por fuego seguida de una nueva creación.

El simbolismo del aliento cósmico resuena en el pneuma de los griegos y en el ruach hebreo, el soplo divino que anima el mundo. La rueda del tiempo encuentra su reflejo en la rota fortunae medieval, aunque despojada de su profundidad metafísica en el uso profano. Incluso en la escatología cristiana, con su aparente linealidad, subyace el ciclo implícito del Apocalipsis y la Nueva Jerusalén, un retorno a la Edad de Oro bajo la forma de una consumación trascendente. Tanto en Oriente como en Occidente, los tiempos de Brahmā nos hablan de una verdad común: el tiempo es el velo de la eternidad, y sus ciclos son las pulsaciones de un orden que jamás se agota. El simbolismo de las edades no es un cálculo astronómico, sino una clave para la contemplación del alma, que debe reconocer su propia naturaleza cíclica —nacimiento, muerte, renacimiento— como un reflejo del macrocosmos. En el Kali Yuga, cuando la oscuridad parece reinar, la tradición nos exhorta a mirar hacia la luz interior, pues el fin de un ciclo es siempre el umbral de otro. Así, los tiempos de Brahmā, con sus vastas medidas y su armoniosa simetría, no son una mera especulación cosmológica, sino una enseñanza viva. Revelan que lo temporal es el espejo de lo eterno, y que en cada giro de la rueda, el Inic∴ puede hallar, si busca con rectitud, el camino de regreso al centro inmóvil, al Brahman que trasciende incluso a Brahmā.


[1] En el gnosticismo, cada una de las inteligencias eternas o entidades divinas de uno u otro sexo, emanadas de la divinidad suprema.

[2] La Chhandogya Upanishad es uno de los textos más antiguos y extensos de la tradición védica de la India, perteneciente al Sama Veda. Forma parte de las Upanishads principales (Mukhya Upanishads) y se considera una fuente fundamental de la tradición Vedanta.

[3] Kālachakra कालचक्र es un término sánscrito que se traduce como «Rueda del Tiempo» o «Ciclo del Tiempo». Aunque es más conocido dentro del budismo Vajrayana, su significado también tiene raíces en la cosmología hindú. En el hinduismo, kālachakra representa la interconexión entre el tiempo y el universo, reflejando los ciclos cósmicos de creación, preservación y destrucción, tal como los describe la doctrina de los yugas. Se asocia con la influencia del tiempo en la existencia y la percepción de la realidad, y en algunas interpretaciones, con la deidad Kāla, una manifestación del tiempo y la muerte

[4] El Dharmachakra, o Rueda del Dharma, es un símbolo fundamental en el budismo, el hinduismo y el jainismo. Representa la enseñanza del Dharma y el ciclo de la vida, la muerte y el renacimiento. En el budismo, simboliza la propagación de las enseñanzas de Buda y suele tener ocho radios, que representan el Noble Óctuple Sendero.

[5] El Rigveda es el más antiguo de los cuatro Vedas, los textos sagrados del hinduismo. Es una colección de himnos en sánscrito védico dedicados a diversas deidades, con contenido filosófico y ritualístico. Se estima que fue compuesto entre el 1500 y el 1200 a.C. y ha influido profundamente en la tradición espiritual y cultural de la India

[6] Brahma Dev forma parte de la Trimurti junto con Vishnu y Shiva. Se le representa con cuatro cabezas, simbolizando los cuatro Vedas, y es considerado el origen del universo. 

[7] Sri Vishnu es el preservador en el hinduismo y parte de la Trimurti junto con Brahma y Shiva. Es venerado como el protector del orden cósmico – dharma y se manifiesta en la tierra a través de diversos avatares, como Krishna y Rama, para restaurar el equilibrio cuando el mundo está amenazado

[8] Poeta griego del siglo VIII a.C

[9] Para los estoicos, esta conflagración no era un final absoluto, sino un proceso de purificación. Tras la destrucción, un nuevo universo emergería de las cenizas, repitiendo el ciclo cósmico. 


[i] ALGUNAS NOTAS SOBRE NUMEROS -TIEMPOS

La Vida de Brahmā (100 Años)

  • 100 años de Brahmā = 311.04 billones de años humanos.

Noches de Brahmā (Kalpas)

  • Día: 4,320 millones de años, representan la creación y el despliegue del cosmos.
  • Noche: Otros 4,320 millones de años, simbolizando el pralaya o disolución.
  • 1 Kalpa = Día + Noche = 8,640 millones de años.

Los Cuatro Yugas

  • Satya Yuga: 1,728,000 años.
  • Treta Yuga: 1,296,000 años.
  • Dvapara Yuga: 864,000 años.
  • Kali Yuga: 432,000 años.

OTROS YUGA

  • Satya Yuga: Edad de la Verdad
  • Treta Yuga: Edad del Sacrificio
  • Dvapara Yuga: Edad de la Dualidad
  • Kali Yuga: Edad de la Discordia
  • Kalpa: Día de Brahmā
  • Pralaya: Noche de Brahmā

CÁLCULO DE TIEMPO, MESES Y AÑOS SEGÚN LAS ESCRITURAS SANATANAS

  • kalpa = 14 manvantaras
  • manvantara = 71 mahayugas
  • mahayuga = 4 yugas
  • yuga = 4.320.000 años
  • varsha = 1 año
  • aayana = 6 meses
  • ruthu = 2 meses
  • maasa = 1 mes
  • paksha = 15 días
  • ahoratra = 1 día
  • yama = 3 horas
  • muhurtha = 48 minutos
  • naadi = 24 minutos
  • vinaadi = 24 segundos
  • prana = 4 segundos
  • thruti = 29 milisegundos

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